A tan bizarro título responde un hecho sucedido en Santa Cruz de la Zarza (Toledo) en el último tercio del siglo XIX, reinando en España el Rey Amadeo I. Dado que lo narrado en las próximas líneas no es ficción y los descendientes de los protagonistas viven en la actualidad en dicho pueblo, evitaremos nombrar en lo posible la casa y la familia en cuestión. La historia narra el asesinato y posteriores sucesos ocurridos a raíz de dicho acontecimiento a través de más de medio siglo. Incidentes explicables, si es que se puede, dentro de la fenomenología poltergeist, es decir, fenómenos extraños o paranormales inexplicables dentro de las leyes de la naturaleza.
Todo comenzó con motivo del fallecimiento de una vecina de Santa Cruz llamada B.R., quién en vez de dejar la herencia a su marido decide dejar gran parte de la misma a sus hermanos P.R., R.R. y otra hermana cuyo nombre desconozco. Así pues, el marido de la viuda, E.M., llamado «El R.», hombre con tendencia a tener problemas derivados del consumo del alcohol, estalla en una violenta discusión con los hermanos de la fallecida durante el sepelio de ésta amenazándoles de forma violenta.
Pasó algo de tiempo cuando un día P.R., hombre de una talla intelectual y cultural prominente, abogado de profesión y ligado al ayuntamiento de su pueblo, paseaba con su perro por el camino denominado en el municipio «de la Veguilla», cuando salió a su encuentro E.M. a lomos de una burra portando en sus manos una escopeta. Al pasar al lado y sin cruzar palabra, este último descerrajó un disparo a boca jarro al abogado destrozándole por completo la cavidad abdominal, la herida fue mortal de necesidad. Al parecer, el suceso fue advertido por una mujer y su hija que se encontraban trabajando en unos sembrados cercanos, y así lo narraron a las autoridades competentes de la época. R.R., hermano del asesinado y abogado igualmente de profesión, fue el encargado de llevar a juicio al asesino y hacer que recayese sobre el mismo una pena de cárcel bastante importante con un posterior destierro del pueblo.
Dichos hermanos, hombres realmente importantes en su época, tenían unos fuertes ideales republicanos y anticlericales, no obstante, fueron los que trajeron los ideales de la República, si se puede decir de esta forma, a su pueblo. Igualmente fundaron un teatro y una banda de música. Se decía que Don R.R. se reunía en secreto con una serie de personas afines a su ideología en cuevas y lugares apartados donde poder discutir ideas y propósitos con cierta seguridad. De ahí que en Santa Cruz se escuchase por esta época el siguiente dicho:
«Dónde vas R.R.,
tan gallardo y tan ufano,
a la Cueva de Aldovera,
con todos los republicanos.»
Hasta este punto todo parece un suceso más de aquellos llamados de la «España negra», de herencias y ajusticiamientos. Lo raro y lo absurdo sucede cuando en la autopsia del asesinado, según cuentan los ancianos del pueblo, que a su vez lo han escuchado de sus mayores, el hermano decide coger la legua del fallecido e introducirla en un frasco de formol, dejándola posteriormente en el aparador de la biblioteca de la casa. Pasa el tiempo y mueren todos los individuos relacionados con este luctuoso suceso. Que decir cabe que son enterrados, con el resto de la familia, en el cementerio civil de la localidad.
Trascurridos unos años la casa es heredada por una sobrina nieta, la tía C., mujer muy religiosa, hasta tal punto de vestir habitualmente con el hábito de la Virgen del Carmen. Era muy dada a invitar a casa a sacerdotes y personas afines al ideario católico, para comer o charlar de sus temas. He aquí cuando se empiezan a desencadenar una serie de hechos difícilmente explicables: ruidos, movimientos de objetos con cierta violencia, desapariciones de cosas, etc. Llegó a tal punto que los vecinos contaban que algunas veces se había visto salir de la casa a los criados, con la velocidad de quién haya visto al diablo. Los sucesos lejos de remitir se incrementaron con el tiempo, siendo imposibles de aplacar; rezos y misas no surtían efecto.
Viendo lo que estaba sucediendo, la tía C., aún siendo católica a ultranza, dejó dicho que a su fallecimiento fuese enterrada en el cementerio civil, al lado de toda su familia. Hecho que acaeció a principios de los años 30 del siglo XX. La casa fue heredada por una hija de ésta, y dándose cuenta que la legua de su antepasado estaba todavía en el frasco de formol en un estante de la biblioteca, hizo enterrarla en la misma casa, ofreciendo rezos y misas por el descanso de Don P.R., desapareciendo los fenómenos a partir de entonces.
Dicha familia, buena y querida en el pueblo, todo hay que decirlo, quedó tan marcada por estos acontecimientos que eran dados a visitar lugares de poder con fenomenología parecida siempre que les fuera posible. No obstante, fueron de los primeros en visitar Garabandal (Cantabria), cuando los famosos sucesos de las apariciones marianas, allá por el año 1961. Para finalizar, comentar que la casa donde sucedieron estos hechos aún permanece en pie, muy cerca el ayuntamiento de la localidad. Las tumbas de los protagonistas se pueden visitar dentro de lo que era el antiguo recinto civil del cementerio. Igualmente se me ha comentado que de los hechos acaecidos queda algún registro en los archivos parroquiales.
El antiguo rito del Ro-lang, el cadáver que se levanta
Alexandra David-Néel fue una antropóloga y aventurera francesa que viajó al Tíbet a principios del siglo XX. Sus estudios y descubrimientos , muchos de ellos relacionados con el mundo ancestral y mágico, los recogió en su libro Magos y Místicos de Tíbet. En dicho libro podemos encontrar un rito descrito por un hechicero cuyos orígenes se hunden en la bruma de los tiempos, mucho antes de que el budismo se introdujese por estas tierras. En sus páginas se describe el antiguo rito del Ro-lang, que traducido viene a decir el cadáver que se levanta. Resumiendo, podemos imaginar al viejo hechicero tumbado sobre un cadáver con la boca abierta, recitando una fórmula mágica de boca a boca, al poco tiempo el muerto irá cobrando vida, y es cuando el hechicero aprovechará para arrancarle la lengua y conservarla como objeto mágico.
Pero, ¿por qué la lengua?, puede que sea porque ésta sea un órgano utilizado por el ser humano para articular el lenguaje, y fuese una forma de tener un nexo de unión para el contacto con el más allá. De ahí el querer conservarla, disecada o untada en ungüentos por culturas ancestrales, o en nuestro caso, conservada en formol. Hemos de tener en cuenta que este relato, el de Santa Cruz de la Zarza, transcurre en el siglo XIX, la época del romanticismo y el espiritismo, de la importación a Europa de conocimientos y saberes de lugares lejanos y exóticos.
¿Pudo haberse utilizado este rito en nuestro caso? casi con toda seguridad, no. Pero de ser cierta la historia puede haberse utilizado algo parecido, seguramente para mantener el contacto de alguna forma con el hermano fallecido.
La Cueva de Aldovera
En el relato tenemos una coplilla popular cantada por las gentes de Santa Cruz hasta hace relativamente poco tiempo que hablaba de un lugar de reuniones secretas llamado Cueva de Aldovera, curioso porque no deja de ser la cueva en sí un lugar de adoración y misticismo desde tiempos pretéritos.
Curioso es también que en el pueblo ya nadie se acordase de la ubicación de dicho lugar, ni los eruditos del pueblo conocían su paralelo. Fue un pastor de 90 años quién habló a mi persona por primera vez de esta cueva. Resulta que cuando era niño los pastores de Santa Cruz de la Zarza y los pueblos de alrededor solían llevar a sus rebaños a un despoblado llamado Aldovera, situado a pocos kilómetros del pueblo de Illana (nombre que dicen proviene de la diosa romana Juliana ), provincia de Guadalajara. En un risco sobre un río estaba enclavada dicha Cueva de Aldovera, que en el pueblo alcarreño la denominan «de la Mora Encantada«. Nombre eminentemente mágico donde los haya; más si contamos que la Cueva de Aldovera es una cavidad artificial de datación imprecisa y varias estancias, con entrada dificultosa por su altura y una curiosa leyenda, pues en las noches especiales como la de San Juan, al reflejarse la luna sobre una de las paredes de la cueva se aparece la silueta del rostro de la dama encantada, que si nos detenemos en contemplarla nos daremos cuenta enseguida que más bien parece el rostro de una bestia o un baphomet que el de una dulce doncella.
Para terminar con la cueva diremos que está muy cerca y en el camino del Prado de San Isidro, lugar donde acaeció uno de los milagros achacados a este santo, sin olvidar que el hijo del mismo se llamaba San Illán, como el pueblo.
Fuente: Guía Mágica. La Mesa de Ocaña (Antonio Martín Asperilla)